Artesanía textil: las jarapas
Es una de las industrias capitales de la Villa y más características de la comarca. En el siglo XIX, Madoz, en su Diccionario Geográfico, comenta la existencia de telares familiares y fábricas de tinte, a las que llama
"tintorerías de colores finos". Hoy estas últimas han desaparecido y se ha ido reduciendo paulatinamente el número de telares en funcionamiento.
Por otra parte, en Níjar no se hilaba lo suficiente y se llevaba lana a otros lugares, donde había fábricas de las que traían los hilos de algodón, lino y lana con los que tejían mantas y monturas de vivos colores y dibujos. A pesar de la evidente recesión actual del telar, aún es común oír al pasear el inconfundible traqueteo que hace nacer la jarapa.
Es ésta una original manta de diversos tamaños y utilidades, con urdimbre de algodón, tejida a base de listas cuya trama se forma con tiras de tela de colores, obtenidas de retales de ropa usada. Lo casual de la elección de los retales hace imposible la repetición del modelo, empre cambiante y sorprendente. Su uso más común era el de proteger los colchones de los roces, aunque tradicionalmente se usaba de "tendal" para recoger la aceituna, y de alfombra.
Hoy es lo que se llama un producto típico, mantenido por esa afición del viajero a rebusca entre los montones hasta encontrar esa pieza que el artesano tejió, guiado por el azar, y que conjunta los colores de manera mágica elevando la jarapa a la categoría de tapiz. Su precio económico e infinita variedad de colorido y utilidades le han dado justa fama.
Todavía se pueden encontrar jarapas de pelo, lisas y otras variantes. Hasta hace poco también se tejían por encargo ponchos, bufandas, alfombrillas, fundas de automóvil y otros productos que, ahora, se traen de otras comarcas. |