Nuestros orígenes









De época tan remota como el Paleolítico se hallan restos en Turre. Luis Siret anduvo con su capataz Pedro Flores muchas veces por Sierra Cabrera, de la que decía que producía las mejores naranjas de la comarca. El neolítico lo indagó en las cuevas del barranco Mahoma, la Palmera, la del cerro Las Minas, etc. Por los alrededores de Turre encontró tumbas de la edad del cobre en la Casa Alta, la cañada del Palmar y Albolunca.
Sin embargo, el descubrimiento más importante que hizo en nuestro municipio fue el del poblado argárico de Gatas, un asentamiento que le proporcionó numerosas claves del paso de la edad del cobre a la del bronce. Posteriormente, en Sierra Cabrera, se han descubierto nuevos yacimientos prehistóricos, como la cueva del Algarrobo, y los asentamientos argáricos de la Losa y la Parralera.
El equipo dirigido por Vicente Lull, de la Universidad de Barcelona, y por Robert Chapman, de la Universidad de Reading (Inglaterra), ha proseguido en los últimos años las excavaciones de Gatas, con un trabajo modélico, ofreciendo nuevas aportaciones de sumo interés para el conocimiento de la cultura del Argar.
A fin de albergar y dar a conocer este cúmulo de hallazgos, el Ayuntamiento de Turre está edificando, lo que será en breve, su Museo Arqueológico Municipal, que guardará todos estos tesoros de los primeros hombres que anduvieron por estas tierras.
Otras culturas posteriores dejaron sus huellas junto a los límites de nuestro pueblo: los celtas de la edad del hierro en Las Alparatas; los iberos y los romanos en Cádima. Sin embargo, va a ser tras la conquista musulmana de la Península Ibérica cuando en el espacio geográfico de Turre se produzcan importantes cambios.
En torno a Sierra Cabrera van a aparecer varias mozarabías, en forma de pueblos pequeños elevados en la cumbre de montañas y totalmente inaccesibles, que estarán primero enfrentados al emirato de Córdoba (de la época de Abdala han aparecido varias monedas de los rebeldes de Al-Andalus y de los aglabitas del norte de Africa), y luego frente al califato, particularmente en las fechas próximas a la fundación por Jairán del reino de Almería, ya que asimismo se han encontrado monedas fatimitas.
Los asentamientos mozárabes principales se sitúan en los cerros del Tiján, Inox, las Palomas, y en las proximidades de las cortijadas de La Carrasca y Mófar. A fines de la Alta Edad Media (siglos X - XII), con la salida y expulsión de los mozárabes, desaparece la actividad humana en los poblados antes mencionados, y vuelve a poblarse circunstancialmente la alquería Cádima (el viejo asentamiento ibero-romano), mientras que se da otro poblamiento, quizá almohade y no muy duradero, en la zona del cortijo del Gitano (han aparecido en este lugar junto a edificaciones y sepulturas, cerámicas estampilladas).
A partir de la fundación del reino nazarita de Granada (siglo XIII), el espacio geográfico de nuevo se remodela. Se forman entonces dos pueblos en la Sierra: Teresa y Cabrera. Mientras, en el solar que ocupa Turre los musulmanes de Mojácar construyen una torre vigía, para que puedan protegerse los campesinos cuando penetren los cristianos que hacen las razzias desde Lorca. Esta torre será la que le dé con el tiempo nombre al pueblo (latin: Turris-is).

"Rio Aguas"


"Vista Ayuntamiento"

La conquista del reino de Granada por los Reyes Católicos va a posibilitar la creación del municipio de Turre. En 1488 los musulmanes que vivían en Mojácar y que no quisieron marchar a Africa fueron obligados a salir del pueblo y a asentarse en el interior del territorio a más de una legua de la costa.
Fue entonces cuando se formó una aljama mudéjar en Turre, pues entonces las partes llanas junto al río de Aguas pertenecían territorialmente al término de Mojácar. En el año 1501 se produjo la conversión de los mudéjares de Turre en cristianos nuevos, e inmediatamente hubo un intento generalizado de huida a África que fue abortado por las guarniciones cristianas de Mojácar y de Vera.
Como consecuencia, un importante número de moriscos turreros fueron esclavizados. Este hecho por sí solo plantea la difícil coexistencia que se dio entre los moriscos y los repobladores castellanos que se instalaron en la comarca. Episodios análogos de huidas masivas, casi siempre exitosas, se dieron también en las poblaciones de Teresa y Cabrera.
A pesar de estos exilios voluntarios de tipo religioso, la situación a nivel poblacional se mantuvo sostenida y en lo económico bastante positiva hasta el año 1570, fecha en la que se produjo la expulsión de todos los moriscos de las tres poblaciones que existían en el actual término municipal de Turre.
Los moriscos de Teresa y Cabrera mayoritariamente se escaparon a Africa en el año 1569. Los de Turre fueron llevados en 1570 hasta los señoríos del Marqués del Carpio en tierras de Córdoba. Los tres pueblos quedaron entonces completamente despoblados.
En 1573 se hizo el repartimiento de las tierras dejadas por los moriscos de Turre a 43 familias llegadas de distintos puntos del país, aunque en su mayoría procedían de Lorca y Cehegín (Murcia). El ataque pirático de Ibn al-Doghali ese mismo año a Cuevas del Almanzora, aconsejó que los pobladores que vinieron a Turre se instalaran en Mojácar (ciudad protegida con murallas), temerosos de una nueva penetración del corso magrebí.
Por otra parte los intentos por repoblar Teresa y Cabrera fracasaron uno tras otro, tomando el Consejo de Población en 1593 la decisión de dar toda la Sierra a censo enfiutético al capitán Reynaldos de Amezquita, que la utilizó casi exclusivamente para pastos de ganados, por lo que la repoblación de las cortijadas que hoy conocemos no empezó hasta los primeros decenios del siglo XVIII.
En 1593 Arévalo de Suazo visita a los repobladores de Turre en Mojácar, y tras escuchar sus quejas, emite un informe a Felipe II aconsejando que los turreros abandonen Mojácar y se vayan a Turre. El 25 de Mayo de 1596, el rey tras contrastar la opinión de varias personalidades que conocían el problema emite una cédula por la que autorizaba el traslado de los repobladores hasta el viejo pueblo morisco, para que allí formasen un consejo autónomo, levantasen las casas, reparasen la iglesia, etc.
A principios del siglo XIX, el pueblo había superado los 1.500 habitantes, que se transformaron en más de 3.000 cuando el 1 de enero de 1838 Vera perdió sus territorios en Sierra Cabrera, que pasaron a depender mayoritariamente de Turre. La minería también jugó un papel importante como fuente de riqueza, no solo por las labores que se iniciaron en las minas de Sierra Cabrera, fundamentalmente de hierro y cobre, sino también por la cercanía del pueblo con el coto minero de Bédar y las fundiciones de Garrucha.
El pueblo actualmente ha ido introduciéndose en una dinámica de especialización, ofertando servicios de calidad. Las posibilidades de Turre son infinitas, sus recursos humanos y económicos hasta ahora han sido infravalorados.







 
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